martes, 10 de junio de 2008

Blas Castagna




El 12 de junio inaugura su muestra en Palatina.

Comparto con ustedes esta excelente aproximación a su obra escrita por Francisco Travieso
Esas cosas inasibles, como las llamaba Rilke, que son el asunto del arte, sólo a tientas abordables, es difícil comprenderlas con precisión en sus límites y alcances, por lo que definirlas generalmente es un ejercicio conjetural.

Materia, cuidada geometría, tono sin sobresaltos ni rispideces; la superficie compuesta reticularmente y un sostén ortodoxo del plano, son argumentos visibles que articula Blas Castagna para realizar su obra.

La materia, imagen en si misma, por su papel protagónico es distintiva de su trabajo. El tono ajustado permite el recorrido visual con placidez y sosiego a través de una frontalidad sonora e intensa, trasunto de concentración y sentimiento. La artesanía de la ejecución vehiculiza la (consciente o inconsciente) intención final, cuyo resultado es la categoría que se corresponde con el regocijo del espectador.

Pero... estas extrañas existencias, que son las cosas del arte a medida que muestran ocultan. “La verdad se oculta tras un velo de malla” dice el Upanishad. ¿lo sabrá el autor?. Es posible que bajo la película de la realización la intuición favorezca la aparición de atisbos de esa verdad oculta.
Develarla aquí será sólo en parte tarea conjetural; pues sabemos que el fundamento, como los cimientos de un edificio hacen posible lo visible. En el espesor subyacente advertimos saberes acumulados y no discernidos y fenómenos mas allá de la experiencia. El arte, como el amor, es experiencia que sucede en una realidad inmediata (art happens) en la cual se cruzan sobrevivencias y se superponen circunstancias de un tiempo que es plural y complejo. Intuyo que no obstante ese suceder, en Castagna lo actual no aparece ó esta asordinado por la remisión a un arcano. Adviértase la solemnidad, resultante de evitar toda crónica.

El tiempo es dinámico y manifiestamente trivio en Castagna. El presentismo, destello de lo efímero, enfermedad de nuestros días, está ausente en su obra; de allí su salud sólida y estable. La prevalencia de un pasado proteico y no definido, puede llevar a errores originados en la simplificación de buscar ecos antropológicos de sociedades primitivas o residuos étnicos, tan en boga. La ausencia de gestos grandilocuentes, la economía de medios y un aparente negarse a si mismo aludiría, consideramos que también erroneamente a reminiscencias de oriente. Por el contrario, la rústica delicadeza que brota de una impronta afirmatoria de la persona, con perfiles nítidos, señala un telus de raigambre y sustancia occidental; y en el mismo orden encontramos sí, un condimento recatado, pagano y mediterráneo. Remitámonos a las claves de desocultamiento que, explícitamente figurativas, emite el autor: un timón, desquicio y metáfora, vaya uno a saber, de qué naufragio; una ruina oxidada oceánica o terrestre... y un reiterado pez; alusión (consciente o inconsciente) de la cultura paleo-cristiana que impregna y da sentido a todo el conjunto.

Cabe concluir que los perceptibles sabores y aromas de espiritualidad, son claves elocuentes de un idealismo agustiniano, superador del hermético quehacer que resuelve y valida dudas, contradicciones y conflictos. Si el Arte es uno de los triunfos del Orden, y si por tal se entiende la disposición de cosas diversas en función de la unidad, agradecemos la ofrenda salvífica y regocijante que significa la obra de Blas Castagna.

Francisco Travieso
Buenos Aires, Abril de 2008